Шрифт:
— No habrбs matado a nadie ahн arriba, verdad?
— No. Pero pensй que nunca… Ya te lo contarй en el auto.
— Eso espero. — Miles se puso de pie. Tenнan que pasar junto a Yenaro, eso era inevitable. El cetagandano se pegу a ellos como buen anfitriуn para acompaсarlos a la puerta principal y despedirlos amablemente.
Los adioses de Ivan parecнan chorros de бcido.
En cuanto el auto se cerrу sobre sus cabezas, Miles ordenу a su primo:
— Ahora, Ivan.
Ivan se recostу contra el asiento, hirviendo de rabia.
— Me tendieron una trampa.
Te sorprende, primito?
— Quiйnes? Lady Arvan y lady Bennello?
— Ellas eran la trampa, Miles. Yenaro lo organizу todo. Estoy seguro. Tenнas razуn con lo de la fuente: era una trampa. Ahora me doy cuenta. La belleza como carnada, de nuevo.
— Quй te pasу?
— Sabes algo de los rumores sobre afrodisнacos cetagandanos?
— Sн, algo sй…
— Bueno, en algъn momento en la noche ese hijo de puta de Yenaro me dio un antiafrodisнaco.
— Mmm. Estбs seguro? Quiero decir que a veces estas cosas ocurren, me dijeron que…
— Fue una trampa, una trampa, mierda. Yo no las seduje, fueron ellas… Me llevaron arriba, a esa habitaciуn sorprendente… seguro que lo tenнan todo organizado. Dios, fue… fue… — Se le quebrу la voz en un suspiro-. Fue glorioso… Por un tiempo… Y despuйs me di cuenta de que no podнa… bueno… no podнa… hacerlo.
— Y quй hiciste?
— Era demasiado tarde para salir bien parado de la situaciуn. Asн que tratй de salir de otro modo. Es lo ъnico que se me ocurriу para que no se dieran cuenta.
— Y quй diablos hiciste?
— Fabriquй folclore instantбneo… toda una serie de leyendas. Les dije que un Vor se enorgullece de su autocontrol, que no se considera correcto en Barrayar que un hombre… ya sabes, antes que su dama… tres veces. Les dije que se consideraba un insulto para la dama. Y acariciй, frotй, rasquй, recitй poesнa, toqueteй… me duelen los dedos… — Tambiйn tenнa la voz un poco rara, notу Miles-. Pensй que nunca se dormirнan… — Ivan hizo una pausa: una especie de sonrisa amarga reemplazу la mueca que se pintaba en su rostro-. Pero cuando se durmieron, estaban sonriendo. — La sonrisa se convirtiу en una mirada de desesperaciуn sombrнa-. Cuбnto te apuesto que esas dos son las peores ghemchismosas de todo Cetaganda?
— Yo no apuesto nada — dijo Miles, fascinado. En el pecado estб la penitencia… O, en este caso, en la presa estб la trampa. Alguien habнa estudiado las debilidades de su primo. Tal vez la misma persona que habнa estudiado las suyas-. Podrнamos hacer que la oficina de SegImp investigue los rumores de los prуximos dнas.
— Si se te escapa una sola palabra de todo esto… Ўte retuerzo el cuello…! Si es que consigo encontrarlo en ese cuerpo tuyo, claro estб…
— Tendrбs que confiar en el mйdico de la embajada. Anбlisis, de sangre…
— Ah, sн, sн. Quiero un rastreo quнmico en cuanto llegue. Quй voy a hacer si el efecto es… permanente?
— Ba Vorpatril? — entonу Miles, los ojos tranquilos y divertidos.
— Mierda, yo no me burlй de ti con lo de la fuente…
— No. Cierto. No te burlaste. — Miles suspirу-. Estoy casi seguro de que el doctor te va a decir que la sustancia se metaboliza rбpido, sea lo que fuere. Yenaro tambiйn bebiу de esa taza…
— Tъ crees?
— Te acuerdas del zlati? Apuesto mi ojo de plata de SegImp a que йse fue el vehнculo.
Ivan se relajу un poquito, obviamente aliviado con ese anбlisis profesional. Despuйs de un instante, agregу:
— Yenaro ya te lo hizo a ti. Ahora a mн. A la tercera va la vencida. Quй supones que harб ahora? No podemos adelantarnos a sus movimientos?
Miles se quedу callado un largo rato.
— Depende. No sй si Yenaro se estб divirtiendo o si йl tambiйn es vнctima de una serie de trampas. Tampoco estoy seguro de que exista alguna relaciуn entre las bromas de Yenaro y la muerte de Ba Lura.
— Relaciуn? Quй relaciуn?
— Nosotros somos la relaciуn, Ivan. Un par de chicos provincianos de Barrayar que vienen a la gran ciudad y estбn a punto, bien a punto, listos para que alguien les saque el jugo. Alguien nos estб utilizando. Y creo que alguien… acaba de cometer un error fatal en la elecciуn de herramientas. — O mбs bien de marionetas…
Ivan lo mirу fijo. Captaba el tono venenoso.
— Ya te has librado de ese juguetito que llevabas encima? — quiso saber.
— Sн… y no.