Шрифт:
– Mam'a ?me permites que me vaya a Andaluc'ia, a nuestra finca? – le pregunt'o la chica, al cesar de llorar – all'i me sentir'e mejor.
– Claro que s'i, mi hijita – le contest'o la madre – pero quiero recordarte que pronto se celebrar'a un baile en la casa de nuestro alcalde que se organiza por motivo de la boda de su hija. Las mejores familias de Madrid han sido invitadas, as'i pues, tenemos que asistir. Quiz'as, en este baile encuentres a un hombre decente de quien te enamores.
– Est'a bien, mam'a – le dijo Marisol con voz baja. – pero luego me ir'e inmediatamente ?vale?
Cap'itulo 8
Faltaba s'olo un d'ia para el baile de la ciudad, y en la casa de la Fuente se realizaban preparaciones a toda marcha, para este acontecimiento. Marisol e Isabel estaban prob'andose nuevos vestidos y adornos.
Roberto, su hermano mayor, que hab'ia venido a casa para el fin de semana, tambi'en iba con todos. Los sirvientes estaban limpiando su capa y traje de ceremonia.
Marisol protestaba y se auto-rega~naba prob'andose el vestido de cors'e con rudas varillas en la espalda, arcos en las caderas y el duro collar'in ondulado de algod'on que le apretaba el pescuezo. As'i era la moda en aquella 'epoca, y todas las damas nobles ten'ian que seguirla. .
– ?Qui'en invent'o todas estas varillas y arcos? – dec'ia la chica, muy molesta, – ?acaso no se puede llevar la ropa, sin que tenga todas estas cosas?
– As'i es costumbre, mi hija, – le dec'ia Do~na Encarnaci'on tratando de tranquilizarla – pertenecemos a la alta sociedad y debemos cumplir sus requisitos.
– No me gusta nada esta sociedad, son todos tan falsos y envidiosos, todos fingen pretendiendo ser lo que realmente no son, pero por sus adentros quieren humillarte o hacerte da~no y de esta manera destacarse y llamar la atenci'on.
– Marisol !qu'e cosas dices! – exclam'o Do~na Encarnaci'on asustada – ojal'a nadie te oiga! S'e que eres lista, distinta de los dem'as, pero !ten cuidado! !No atraigas la atenci'on hacia tu persona!, cumple por lo menos, las principales reglas de urbanidad. Los esp'ias de la Inquisici'on se encuentran por todos lados buscando a quien m'as mandar al fuego, y adem'as hay muchas personas envidiosas que en cuanto puedan, aprovechan tus palabras para calumniarte !no sabes cu'anto me preocupo por ti, Marisol!
– Est'a bien mam'a, intentar'e parecer as'i como se debe, aguantar estas miradas y cortejos hip'ocritas !ojal'a pronto se termine todo para que yo pueda retirarme a nuestra finca cerca de C'ordoba! All'i me siento bien, – refunfu~naba Marisol – no hace falta llevar estos horribles vestidos de cors'e, peinarse de la misma manera, igual que los dem'as, sonre'ir y adular a todos incluso cuando alguien te parezca antip'atico!.
– Ay mi hija, mi hija – le contest'o Do~na Encarnaci'on suspirando – !ten cuidado, mi ni~na, te lo ruego!
– Pues estoy de acuerdo con Marisol – se meti'o en su conversaci'on Isabel – !eso es justo lo que dice mi hermana!
– Vaya, !t'u tambi'en! – exclam'o la madre de las chicas – !c'allate por Dios!
La hermana menor de Marisol a'un no hab'ia experimentado decepciones de amor; estaba muy contenta con el hecho de que se la hubieran llevado del monasterio para vivir las vacaciones. Y el baile le parec'ia una aventura divertida.
Al d'ia siguiente, el coche que llevaba toda la familia Echever'ia de la Fuente – menos al hijo menor, quien se hab'ia quedado en casa con su abuela – lleg'o al Palacio del alcalde.
Aqu'i, cerca de la entrada, reinaba un bullicio incre'ible. A cada rato ven'ian coches nuevos de donde se bajaba la gente, todos emperifollados aparatosamente, ri'endose, charlando, saludando y dando reverencias a los dem'as.
El mismo alcalde recib'ia a sus hu'espedes enfrente de su casa, al verlos salud'o con alegr'ia a toda la familia Echever'ia de la Fuente; estos entraron al palacio dirigi'endose a la sala principal, decorada con terciopelo azul, donde ya se hab'ia reunido mucha gente. Al lado, se encontraba otra sala, m'as peque~na, en donde sobre las mesas grandes para los invitados hab'ian sido servidos varios aperitivos a los invitados, para su agasajo.
Roberta llevaba a su madre tom'andola del brazo. Marisol e Isabel se manten'ian juntas.
En la sala Do~na Encarnaci'on enseguida encontr'o a unas amigas, con quienes entabl'o una conversaci'on. Roberto, que tambi'en descubri'o por all'i a muchas personas conocidas, desapareci'o por alg'un sitio. Y mientras tanto, Marisol e Isabel observaban a los visitantes.
En la parte opuesta de la sala, la chica vio a la familia Rodr'iguez: Don Luis, Elena y Enrique. Elena, vestida de rojo, estaba ocupada conversando con dos galantes caballeros, mientras su hermano, de traje muy elegante, se encontraba en compa~n'ia de la misma se~norita rubia, a quien Marisol hab'ia visto una vez durante su paseo en el parque. Y parec'ia estar totalmente absorto con su amiga, sin notar a nadie alrededor de si.