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DE NAUFRAGIOS Y AMORES LOCOS
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VICTOR ORO MARTINEZ

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Al cabo de una hora el jolgorio y el aire festivo aumentaron cuando se fueron sumando a los deambulantes otros cientos de j'ovenes reci'en llegados y otros cientos reci'en levantados. Me puse en una fila en el vest'ibulo y me entregaron dos pullovers, uno con la Flor del Festival y otro con un CUBA SI grand'isimo en el pecho; en otra cola me dieron una gorra roja y un pu~nado de sellitos met'alicos con saludos y consignas. Hice otra cola, esta vez m'as larga y pude abordar un 'omnibus que nos llev'o hasta la Playa de Santa Mar'ia.

Despu'es de la tormenta del d'ia anterior el sol luc'ia radiante y la atm'osfera limpiecita, como acabada de estrenar, sin embargo mi mente, que deb'ia estar tambi'en clara y como reci'en estrenada, era un hervidero, una madeja de sentimientos, deseos, aspiraciones y miedos que le roncaba. Por un lado ten'ia la tranquilidad de poseer un documento que me amparaba y que supon'ia iba a ser el 'Abrete S'esamo de los pr'oximos d'ias, por el otro me corro'ia el temor de ser sorprendido in fraganti en mis mentiras, lo mismo por la polic'ia o autoridades de los albergues, que por los propios delegados, ya que si ante algunos me hab'ia presentado como 'arabe, para otros era nica, para otros m'as colombiano y todav'ia me faltaba personificarme como Silvio.

La barbita que me hab'ia afeitado en Camag"uey ya estaba casi como antes, s'olo que sin guitarra me ser'ia mucho m'as dif'icil lograr mis prop'ositos. Por lo pronto y en vista de que era la tendencia generalizada entre los delegados, que ser'ian muy revolucionarios, antimperialistas y todo eso, pero que ahora estaban entregados de lleno al vacil'on y al ligue de sus respectivas parejas, decid'i seguirles la corriente, no desentonar y comenc'e a barrer con ojos de perro sato las arenas circundantes. Bikinis y m'as bikinis, chores, pescadores y risas lindas y pelos largos o cortos, rubios, casta~nos y nalguitas y nalgonas, peloticas y pelotonas !Crema era lo que hab'ia all'i, pura crema!

Siguiendo la vieja t'ecnica empleada en el Parque C'espedes, y como por obligaci'on yo era el delegado m'as solitario y desamparado, decid'i hacerme el sueco, el interesant'on, pero nada. Media hora de t'ecnica aplicada y nada. Se hab'ian formado grupos de a quince, veinte y m'as, se hablaba en espa~nol, ruso, ingl'es, portugu'es, franc'es y no s'e en cuantas otras lenguas, me parec'ia estar metido en una verdadera olla de grillos o en la torre de Babel. En proporci'on abundaban las muchachas sobre los varones y eso me tranquiliz'o, pero era ya cerca del mediod'ia y continuaba en mi idiota estatuez. La espalda ya me ard'ia y decid'i darme un chapuz'on, mir'e en derredor a ver a qui'en dejar al cuidado de mi ropa y me decid'i por una joven que al parecer tambi'en disfrutaba o penaba por la soledad. Era mulata, delgada, pero no de una delgadez extrema como a~nos despu'es dir'ia Pablito Milan'es, era una flaca con figura y rostro hermoso y estaba tendida a unos veinte metros de m'i. Sin saber en qu'e idioma chapurrear para llamar su atenci'on, me decid'i por mi espa~nol macarr'onico.

_Amica, per favor, yo quisier'ia…

Hice la pausa normal del que est'a buscando la palabra adecuada cuando ella salt'o.

_Dime, papito, ?en qu'e puedo servirte, mi cielo?

!Pa' su escopeta!, aquella chiquita era m'as cubana que yo. Debo haber palidecido de inmediato, porque sent'i que una bola fr'ia bajaba y me daba salticos en el est'omago.

_Dime, papi, ven si'entate aqu'i conmigo, no seas malito. !Ven!

Ni atr'as ni alante sal'ia de mi boca palabra alguna. De pronto me entraron unas ganas tremendas de re'ir y no las pude evitar. Ella por contentarme tambi'en re'ia, pero cuando vio que al parecer lo m'io no tendr'ia fin comenz'o a mirarme con detenimiento.

_Ven ac'a, chico, ?t'u no eres…?

No la dej'e terminar, sal'i de all'i haciendo piruetas, muecas y moner'ias a pesar de que llamaba la atenci'on de muchos.

A'un hoy me queda la duda de si ella era una agente civil de la polic'ia o una de las antecesoras de las actuales jineteras, lo cierto es que yo no ten'ia ni tiempo ni agallas para averiguarlo en aquel momento. Supongo que me creer'ia un loco. Por mi parte, del susto, sal'i corriendo y por poco llego a Guanabo. Hab'ia recibido otra lecci'on que me llamaba a cuidarme m'as, lo mismo de otros p'icaros como yo, que de agentes policiales encubiertos.

Sub'i a uno de los 'omnibus y me qued'e dormido hasta que montaron todos, me ech'e el pullover sobre la cara y as'i me mantuve hasta llegar a la Lenin. Por los altavoces Argelita Fragoso cantaba repetidamente la canci'on tema del Festival y yo un poco desanimado decid'i guardar mis fuerzas para el acto de inauguraci'on del pr'oximo d'ia y me acost'e temprano. Acostarse temprano en un albergue repleto de gente con 'animo de fiesta es una estupidez, de eso me percat'e apenas subi'o la mayor'ia de mis compa~neros y empezaron a cantar, a hacer chistes y re'ir.

Un nica verdadero se me acerc'o a pedirme f'osforos y estuvimos conversando de la guerra. Era de Masaya y hab'ia venido casi directo de la guerrilla para ac'a, ten'ia unas ganas locas de divertirse, ma~nana tendremos pl'aticas de Revoluci'on, me dec'ia, pero ahora huev'on vamos a ponernos las pilas. Esa noche prob'e por vez primera el Flor de Ca~na, aguardiente, y con una buena dosis de 'el en vena sal'i a acompa~narlo. Afuera ya se ve'ian parejas romanceando, ?ves mano?, vamos nosotros tambi'en a buscarnos unas chulitas.

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